1. ¿A qué te dedicas actualmente?

Desde el curso 2011-12, fui “liberado” de mis funciones docentes en la educación pública y ejerzo como delegado sindical del sindicato CSIF.

2. ¿Un proyecto para los próximos años?

Quisiera poder dedicarme con más tiempo y reposo a escribir.

3. ¿Cuál es tu equipo deportivo favorito?

Mi equipo, sin mucha “foroferia”, es el Atleti, y siguiendo el tópico no sé el porqué.

4. ¿Una canción imprescindible para un viaje?

Oigo poca música, pero me fijo mucho; por eso con música no puedo hacer otra cosa. No tengo facilidad para hacer una sola bien así que más de una… Si hay que elegir, siempre rock y cuanto más duro mejor.

5. ¿Cuál es el emoticono del Whatsapp que más utilizas?

No uso habitualmente emoticonos.

6. ¿Qué aprendiste en Tajamar que te ha ayudado en tu profesión?

Tolerancia de la buena. Tajamar me enseñó a no ser sectario. Hay que buscar más lo que compartimos que lo que nos diferencia.

7. ¿Qué piensas cuando pasas de camino cerca del colegio?

“¡Que descastao eres tío!”, me recrimino. Y a continuación, “¡qué buena época!”

8. ¿Lo que más echas de menos de Tajamar?

La gente. Mucha buena gente.

9. ¿Eras de los que temían o les apasionaba el Test de Cooper?

Siento decir que no tengo ni idea de cuál es ese test.

10. Nunca olvidarás la excursión a…

La primera vez que fui al teatro, o la que se fijó en mi memoria. Fue en tercero de BUP o COU. Vimos “La velada en Benicarló”, de Azaña. Plan perfecto rematado con “zumitos” y tapas por el Madrid castizo.

11. ¿Una anécdota curiosa como alumno de guardia?

38 años son muchos para semejante esfuerzo de memoria. Está claro que si lo fui no me marcó.

12. ¿Un profesor que te haya marcado?, ¿por qué?

No hay solo uno. Pero sin duda José Luis Fons me marcó. Hizo de la clase de filosofía mi preferida; en todas las clases acabábamos discutiendo, jugaba a provocar, un método didáctico muy efectivo. Dentro del aula muy exigente, fuera un amigo.

13. ¿Cuál fue la asignatura que más se te atascaba?

Matemáticas, pero las dejé pronto. Fui de letras puras, como se decía antes.

14. ¿El libro que más huella te dejó de los que te mandaron leer en el colegio?

Con seguridad “La busca”, de Pío Baroja.

15. ¿Eras de campo de césped o de tierra?

Era de tierra. No había campos de césped accesibles en mi época y tampoco en Tajamar, pero tampoco habría supuesto una gran diferencia. Lo mío siempre fue más esfuerzo voluntarioso que aptitud, en el fútbol y en el deporte en general.

16. El mejor belén que hizo tu clase fue…

Como ya hemos dicho, ha pasado demasiado. Pero sí recuerdo un año que lo pasamos más tirando petardos con Alfredo Domínguez que “currando”. ¡Y éramos los profes becarios, no los alumnos!

17. ¿A quién te gustaría ver en el próximo “Encuentro Siempre Alumni”?

Al mismo Alfredo, o a Javier Matías, o a… me podría “tirar hasta mañana” diciendo gente.

18. ¿Cuándo ha sido la última vez que visitaste Tajamar?

Cuando asistí a la misa funeral por Don Rodri.

19. ¿Cuál es la última persona de tu promoción con la que te has tomado algo?

Con Ángel López.

20. ¿Qué consejo les darías a los actuales alumnos del colegio?

Me cuesta mucho esta pregunta. No soy de dar consejos. Pero puedo repetir lo que decía mi padre, “hay que acabar lo que se empieza”.

Cambiamos la perspectiva y ponemos el foco en tu trayectoria profesional, plena de sorpresas y, ¿por qué no?, de originalidad. Eres licenciado en Historia, pero te presentas a las oposiciones de Filosofía en la Enseñanza Pública y las ganas. ¿Cómo fue esto?

Tengo que agradecerle a Doña Milagros, directora de un colegio donde trabajé, que me obligara a dar la filosofía de tercero de BUP y COU. La filosofía me conquistó en COU pero no me atreví con ella en la Universidad. Una chulería al “echar” los papeles de la oposición, me hizo presentarlos para filosofía, aprovechando la experiencia del aula, y tuve suerte. La nota me dio para ser interino hasta que al final “decidió el sistema” que yo valía para dar clase de filosofía y gané la oposición.

Te apasiona la enseñanza, lo sabemos, pero, desde hace unos años, como liberado por un sindicato de funcionarios, dejaste la tiza. ¿Cansancio pedagógico?

Bueno, más bien una proposición oportuna, hecha a tiempo en tiempos de duda. Tras 25 años dando clase, un mal año lo tiene cualquiera y aquél fue un curso difícil con todos los segundos de la ESO del instituto a mi cargo… Se abrió la oportunidad de servir a los compañeros, de hacer “otras labores” y volví a probar suerte, como con lo de la filosofía, y parece que no ha salido muy mal, ya llevo unos añitos.

Otra sorpresa creativa. Eres cofundador de la Sociedad Filosófico-Gastronómica Matritense (SOFIGMA). ¿Puedes explicar cómo se “come” esta idea?

Para tratar de filosofía conviene crear un ambiente favorable, y una buena cena con amigos lo es. Pero es que además toda actividad humana es cultura, y en la cultura esta nuestra alma, nuestro ser. La gastronomía, tanto desde la perspectiva del trabajo de las cocinas, la presentación de los platos, el arte y la ciencia que intervienen, como desde la perspectiva del que la disfruta, el comensal consciente, es una antesala de las posibles para entender quiénes somos. Lo único en lo que verdaderamente consiste hacer filosofía.

Mantener, desde 2011, de forma ininterrumpida SOFIGMA ¿es una hazaña más filosófica que gastronómica?

Es más gastronómica, porque es más fácil juntarse para comer que para filosofar. Además es mas fácil agotar los temas, cuarenta encuentros filosóficos-gastronómicos llevamos, que agotar los menús posibles. A pesar de todo en la hazaña filosófica seguimos empeñados.

Según los filósofos, “el bien es difusivo de sí mismo”. ¿Por eso has publicado Aperitivos pensados (De tapas con la Filosofía)? Con capítulos tan prometedores como “Fusión mediterránea o los límites de la razón” o “Un menú sorpresa y el valor de lo indeterminado”.

Eso debe ser. Lo contrario obligaría a reconocer como razón la soberbia de verse uno en los estantes. Ahora en serio, simplemente son la recopilación de los discursos que abren los encuentros de SOFIGMA, y que por ser eso, discursos, necesariamente necesitan audiencia. Ya quisiera yo que fueran medio de difusión del bien, sería muy pretencioso creer que lo son. Además habría que preguntarle al clásico si todas las filosofías sirven para difundir el bien. Pero la pregunta era otra. Y sí, como el bien es difusivo, toda obra hecha con un mínimo de honestidad, de algún modo participa del bien.