45 años hace que comenzamos. 40 que terminamos. 1980 y 1985.

El sábado día 24 de mayo nos volvimos a reunir

El mismo ritual: Uno propone el menú que, infaliblemente, se aprueba por unanimidad. Otro reserva el bosquecillo de Tajamar. Otros se ofrecen para comprar las bebidas, el pan, los aperitivos… y unos cuantos comienzan por la mañana, prontito, a preparar todo lo necesario y, según avanza la mañana, vamos llegando.

Y es, como en la canción de Roberto Carlos, ”sonrisa y abrazo festivo a cada llegada”.

Como cada año se respira una enorme sensación de alegría. Profunda y sincera alegría. Alegría serena y contenida. Pero mucha, mucha alegría. Y se despliega un querer agradar a todo el mundo, hablar con uno y con el otro, saber cosas de este último año… y uno reparte cervezas, el otro acerca el pan, otros dos parten los aperitivos mientras se meten con un tercero que se les acerca y… muchos hace un año que no nos vemos pero es como si nos hubiéramos visto hace cuatro días.

Este año había cierta sensación de nerviosismo porque, esa misma noche, el Rayo se jugaba su clasificación para disputar la próxima temporada una competición europea.

Al terminar unos recogen las mesas, otros friegan, otros calculan los importes de las compras y otros continúan riendo y recordando las mismas anécdotas de siempre. Y nos reímos igual que siempre.

Como cuando nos sentamos en un banco del paseo de Tajamar más de 20 alumnos. Hacíamos varias alturas unos encima de otros. Pasó don Rodri y se nos quedó mirando.

– ¿Qué hacéis?

– Nada don Rodri, batiendo el récord de tajamar.

Y se marchó riendo.

Este año varios cumplimos 60 años y tenemos un jubilado y un abuelo. Y nos acompañó, como cada año, nuestro profesor encargado de curso, Aurelio Mendiguchía, el cual, cuando se marchó después de la sobremesa, se llevó una ovación de todo el grupo.

Alegría y respeto y adelantarse a los deseos del otro con un espíritu servicial y de colaboración.

Pero sobre todo alegría. Mucha alegría.

40 años después, Tajamar.