Federico Delgado (COU’87): “Sigo alimentando una pasión que, espero, nunca cese”

Federico Delgado (Madrid, 1969), antiguo alumno de Tajamar, es un ferviente apasionado de la música rock. Y para demostrarlo con creces, acaba publicar un libro, Play Loud, en el que disecciona lo que para él más que una irrefrenable pasión. Como escribe Federico, este libro “está escrito por alguien que escucha música, colecciona discos, va a conciertos y acumula objetos relacionados” con una entrega absoluta, sin fisuras ni descansos. La imagen que utiliza en este libro para definir su pasión es la de “estigmatizado”, palabra que es el hilo conductor de un relato apasionante, ameno, culto, muy entretenido, repleto de sorpresas sobre la música, el rock y también de la vida del propio autor, “un melómano melancólico”.

El aspecto memorialístico es muy importante, y todo está escrito desde este punto de vista, con jugosos y divertidos recuerdos personales, anécdotas y opiniones; pero, a la vez, se ofrece una erudita descripción de múltiples aspectos, directos o indirectos, que tienen que ver con el mundo del rock, en un sentido amplio, escribiendo así sobre la fuerza de la música para transformar primero las personas y luego todo lo que rodea al estigmatizado, que vive por y para la música como una dicha y como una maldición.
Hemos entrevistado a Federico Delgado para que nos hable del rock, de su pasión y de este espléndido libro.

Pregunta.- El libro mezcla el ensayo y el testimonio personal para hablar de tu pasión por la música y el rock. Para describir esa irracional pasión y enfermedad, recurres en tu libro a la calificación de “estigmatizado”. ¿Cuándo descubriste que para ti la música no era una afición volátil sino algo radical?

Federico Delgado.- Es una de las preguntas que me hago en el libro. Cuando una afición pasa a ser algo más, algo que forma parte de tu vida y se convierte casi en una obsesión, termina siendo un rasgo más de tu personalidad. No recuerdo que un día, de repente, dejara de ser un adolescente “enrollado” y me convirtiera en un sibarita de la música moderna. Fue más bien un largo camino de descubrimientos y sentimientos a flor de piel que me llevaron no solo a tomarme muy en serio lo que escuchaba, sino a tomar conciencia de que estaba asistiendo a un época y a unas vivencias que, más tarde o más temprano, pasarían a formar parte de un pasado ya casi legendario.

P.- ¿Qué rasgos son los más característicos de los “estigmatizados”? ¿Y los más histriónicos?

F.D.- Con sorna digo que el estigmatizado no se libra de “su mal” ni en un funeral, cuando pone a punto la maquinaria para saber qué pieza está sonando. O cuando una fiesta en el vecindario no le deja dormir, pero se emociona por reconocer esa canción en la duermevela. Yo lo resumo en una sola palabra: el estremecimiento. Por él coleccionamos cosas, recorremos kilómetros o nos aislamos en una reunión social para disfrutar de unos acordes. Somos curiosos, gourmets de música, ahora que está tan de moda el término. Vivimos atrapados en una espiral que es, a la vez, gozo y condena, que nos hace andar siempre de caza y sacando brillo a los tesoros que rondan en nuestra cabeza.

P.- Cuando estudiaste BUP en Tajamar, ¿qué música estaba de moda a mediados de los ochenta?

F.D.- Bueno, no solo estudié BUP, hice toda la EGB y el COU, así que mi paso por el colegio se extendió por una época palpitante en lo musical. Desde los setenta hasta finales de los ochenta. El rock de los setenta era algo muy serio y reivindicativo, y los ochenta siempre han arrastrado el sambenito de frívolos y desenfadados, pero yo los reivindico como una época fascinante, más en una España que se sacudía de una época gris en lo que a cultura se refiere. Así que puedo contestar que la música de moda en esa época es la que se escucha ahora en emisoras o incluso en bodas que rescatan los éxitos de una era caracterizada por los “one hit wonders”, pero para muchos supuso una eclosión de bandas que arrancaban en el post punk y se adentraron en terrenos nunca hollados y fascinantes por su repercusión. Baste solo un nombre como ejemplo: Joy Division.

P.- El libro está plagado de nombres, canciones, anécdotas, bibliografía, historias… ¿Cuánto tiempo has dedicado a su redacción?

F.D.- Ha sido una labor de años. Todo empezó en un “por qué no” y acabó en una búsqueda de información y de recopilación de todo lo escuchado y leído durante décadas. Redactarlo, pulirlo, documentarlo y remozarlo me ha llevado más de cinco años. Mi objetivo es que fuese un libro ameno que cualquiera pudiera leer, pero que a la vez pudiera interesar a “enfermos” como yo. No es un libro sobre determinado estilo musical, o sobre una época, es un libro que quiere acercar la afición a la música a cualquier lector. Y que encima disfrute leyéndolo.

P.- ¿Se ha calmado algo tu pasión por el rock? ¿Qué tipo de música escuchas ahora?

F.D.- Sin lugar a dudas la respuesta es no. Lo único que ha cambiado es el tiempo que puedo dedicar a ello. Las obligaciones laborales y familiares (tengo un niño de año y medio) hacen que solo pueda satisfacer mi pasión robando tiempo al tiempo. Me obligo a escuchar novedades, pero la edad ya va haciendo que desempolvar viejos discos sea casi una labor arqueológica. Tengo mis fuentes, mis revistas y blogs, y herramientas como Spotify para intentar adentrarme en la extraordinaria eclosión de música que se sigue editando y que merece la pena. Y como siempre, sorteando el tsunami de mediocridad, que ahora hace que los púberes se vuelvan locos con cosas tan infames como el twerking. ¿Y de qué tipo es esa música? Buscar la excelencia me hace, como ha ocurrido siempre, bucear en todos los estilos y tendencias. Pero, como digo en el libro, lo único que lamenta el estigmatizado es no tener varias vidas que poder gastar en descubrir toda la hermosa música que se produce en el mundo, y que sigue alimentando una pasión que, espero, nunca cese.

Play Loud
Federico Delgado Scholl
Huerga & Fierro Ediciones. Madrid (2019)
344 págs. 22 €.

Puedes leer una reseña de este libro en este enlace.